Flujo de acciones y cosas

De la máquina a la información. Sugestiva transición de los artefactos. Vale la pena escudriñar los «nuevos artefactos», sus estructuras, relaciones y normas sociales con el entorno. De eso va la agricultura de precisión.

Sistemas de innovación sin participación democrática, sin asumir reivindicaciones feministas y sin una depuración del sistema científico no agregan mucho valor socio ecosistémico.

La #transformación de los sistemas agroalimentarios para erradicar el hambre, la inequidad y adaptar el sistema al cambio climático conlleva una mirada sobre el desarrollo tecnológico que escape a la homogenización cultural que ha generado la globalización. Los sistemas técnicos no son estructuras aisladas de su entorno y se requiere de una comprensión multiescala del sistema, y adecuada a las dinámicas y objetivos de los habitantes en cada territorio. Hay que huir de la simplificación y homogenización tecnológica para entrar en una dinámica de cambio técnico basada en la agroecología y una comprensión del territorio como ese lugar de acciones y objetos.

Hay estudios de la cultura material que nos muestran la ciudad como ese medio material culturalmente construido. Sería interesante pensar el territorio como ese espacio conformado por el medio urbano y rural, y cómo los artefactos para la agricultura y la alimentación median en la relación entre los dos medios.

Esos paquetes tecnológicos de los que usted me habla …

La tecnología no se trata solo de artefactos materiales. La tecnología configura un sistema de conocimientos, normas, valores que determinan su uso y apropiación.

Todavía algunos hablan de «cultivos tecnificados» para describir un modelo de cultivo, sin percatarse que tal denominación habla más del modelo socio económico que de los aspectos intrínsecamente tecnológicos.

La idea de que hay un «paquete tecnológico para el cultivo» enmascara la visión de los que quieren persuadirnos de que el desarrollo tecnológico pasa por orientarlo en concordancia con sus intereses económicos; es decir, promueven sin ingenuidad la idea de un determinismo tecnológico.

La democracia tecnológica es la asignatura pendiente en la transformación de los sistemas agroalimentarios. La participación de la ciudadanía no debe restringuirse a la consulta genérica para el diseño de una agenda de investigación pública, intermitente y pobremente financiada, y a ser consumidores de los productos y servicios que se desarrollen, fundamentalmente por la agroindustria. La investigación y desarrollo en agrobiodiversidad debería configurar sistemas de innovación en donde los intereses públicos, privados y comunitarios estuvieran más equilibrados. Pesos y contrapesos que enriquecieran el acceso al aservo de conocimiento y permitieran orientar el desarrollo tecnológico hacia un bienestar cada vez más incluyente.

Ciudades bien ajardinadas

El concepto de la ciudad de los 15 minutos, popularizado por Carlos Moreno, propone una visión de ciudad policéntrica. En esta ciudad, los habitantes pueden tener acceso a la mayoría de sus necesidades esenciales, como la compra, la educación, los centros de salud o el ocio, en distancias caminables o en bicicleta menores a 15 minutos. Este modelo busca cambiar la tendencia de la segmentación que ha dominado el urbanismo, proponiendo una ciudad que da acceso a diferentes actividades en una misma zona, reduciendo la necesidad de desplazamientos largos e incentivando nuevas formas de movilidad más sostenibles y saludables.

Por otro lado, los jardines y huertos urbanos comunitarios son espacios donde se cultivan alimentos frescos y se realizan labores de jardinería y horticultura. Estos espacios pueden estar ubicados en escuelas, parcelas públicas, parques, edificios públicos y otros lugares públicos, y son atendidos por una comunidad de vecinos. Los huertos urbanos no solo proporcionan alimentos frescos, sino que también ofrecen beneficios para la salud física y mental, embellecen espacios abandonados o cerrados al público, revitalizan comunidades en áreas industriales, y mejoran el bienestar social mediante el fortalecimiento de conexiones sociales.

La unión de estos dos conceptos puede generar una sinergia que potencie los beneficios de ambos. Por un lado, la ciudad de los 15 minutos puede beneficiarse de los huertos urbanos al proporcionar espacios verdes y productivos dentro de la ciudad, que a su vez mejoran la calidad de vida de los habitantes. Los huertos urbanos pueden convertirse en espacios de encuentro y socialización, contribuyendo a la cohesión social y a la revitalización de las comunidades.

Por otro lado, los huertos urbanos pueden beneficiarse del concepto de la ciudad de los 15 minutos al estar ubicados en zonas accesibles para los habitantes, lo que facilita su participación y compromiso con estos espacios. Además, al estar integrados en la ciudad, los huertos urbanos pueden contribuir a la creación de una ciudad más sostenible y resiliente, al proporcionar alimentos locales y frescos, y al mejorar la biodiversidad y la calidad del aire en la ciudad.

En conclusión, la integración de la ciudad de los 15 minutos y los huertos urbanos comunitarios puede generar ciudades más sostenibles, resilientes y saludables, donde los habitantes pueden satisfacer sus necesidades esenciales en distancias cortas y participar activamente en la producción de alimentos y en la mejora de su entorno.

La evolución del diseño de los jardines urbanos refleja un viaje fascinante a través de la historia, marcado por cambios culturales, sociales y tecnológicos. Desde los primeros jardines de la antigüedad hasta los modernos jardines verticales, el diseño de jardines urbanos ha sido una expresión de la relación entre el ser humano y su entorno.

Los jardines urbanos tienen sus raíces en las antiguas civilizaciones de Mesopotamia y Egipto, donde los protojardines servían tanto para la producción agrícola como para el disfrute estético. Durante la Edad Media, los jardines se convirtieron en símbolos de poder y estatus, propiedad exclusiva de la aristocracia y la realeza. Esta tendencia continuó hasta el Renacimiento, cuando el diseño de jardines se convirtió en una forma de arte en sí misma, con Italia y Francia liderando el camino en el desarrollo de estilos de jardines ornamentales y simétricos.

El siglo XIX marcó un punto de inflexión en la historia de los jardines urbanos con la creación de los primeros parques públicos. La industrialización y el crecimiento demográfico en las ciudades subrayaron la necesidad de espacios verdes para el descanso y el esparcimiento de la población. Influenciados por las ideas pintoresquistas del jardín inglés y las corrientes higienistas modernas, estos parques buscaban ofrecer un respiro dentro del agresivo espacio urbano.

El siglo XX trajo consigo la integración de la jardinería en la planificación urbanística y el siglo XXI ha visto la popularización de los jardines verticales y las paredes verdes como una forma de incorporar la vegetación en entornos urbanos densamente poblados, con ciudades como Singapur liderando el camino en esta tendencia.

La evolución del diseño de los jardines urbanos refleja un cambio gradual de espacios exclusivos de la élite a lugares públicos esenciales para la salud y el bienestar de los ciudadanos en las ciudades modernas. Desde los jardines ornamentales de la antigüedad hasta los innovadores jardines verticales como fachada viva de edificios, los jardines urbanos han pasado de ser meramente ornamentales a cumplir funciones ecológicas y sociales, contribuyendo a la sostenibilidad y la calidad de vida en entornos urbanos, jugando un papel clave en la «renaturalización» de la vida en la ciudad.

Y en Colombia … el hábitat/vivienda desde la señal que sale desde el gobierno es construcción de casas y acueductos. Lamentable.

De la reforma rural a la ordenación social y productiva

La ordenación social y productiva del territorio se refiere a la planificación y organización del uso del suelo, los recursos naturales y las actividades humanas en un área determinada, con el fin de promover el desarrollo sostenible, la equidad social y el bienestar económico. Este concepto abarca aspectos como el ordenamiento territorial urbano y rural, el uso productivo del suelo, la conservación de recursos naturales y la planificación del desarrollo con enfoque territorial.

Según el Programa 21, la ordenación del territorio busca mejorar la calidad social, económica y ambiental de la vida en los asentamientos humanos, considerando las potencialidades del territorio y la armonía con el medio ambiente.

En resumen, la ordenación social y productiva del territorio es un proceso planificado que busca armonizar el desarrollo humano con la conservación de los recursos naturales, promoviendo la equidad social y el bienestar económico en un área determinada.

La reforma agraria en Colombia es un viejo anhelo de modernidad que en doscientos años de vida republicana no se ha concretado. Las tensiones manifiestas entre los opuestos no han permitido buscar un concenso en el enfoque, un aducuado financiamiento y una comprensión que recogiera la complejidad territorial del país. El resultado, según el DANE (2016), es que el 81 % de los propietarios cultiva el 5 % del área total de producción en predios con menos de 10 ha, mientras que el 0,1 % de los propietarios controla el 60 % del área total de producción en predios de más de 2.000 ha y con un elemento que tiende a agravar esa situación y es el contexto de una economía en el país atravesada por el narcotráfico.

Alejandro Reyes centra el problema agrario en Colombia en el valor distorcionado de la tierra y la dificultad para acceder a ella. Según menciona, el enfoque territorial para abordar el problema agrario es fundamental, ya que cada territorio tiene sus propias lógicas, lo que requiere un tratamiento diferenciado por parte del Estado y centra el esfuerzo en el acceso al uso de la tierra y no a su propiedad. En relación con el uso menciona que debe estar orientado por la agricultura regenerativa, de manera que se ponga a la salud del suelo en el centro de la práctica agrícola y se corrija la deriva peligrosa que la degradación de los suelos está teniendo en el país.

Ese ordenamiento del uso está signado por el cambio climático y con invocar una agricultura regenerativa no bastará para que los agricultores y campesinos alcancen sus objetivos de producción y el suelo se conserve. El desafío que supone mejorar las prácticas agrícolas y adaptarlas a un clima más extremo e incierto (temperatura y precipitación), tener materiales genéticos más versátiles ante las fluctuaciones de temperatura y humedad, y gestionar el agua con más precisión requiere de una inteligencia colectiva nada trivial. Por tanto, la investigación y la extensión agropecuaria son el vector que requiere cualquier proceso de planificación hacia la ordenación social y productiva.

Sin embargo, el sistema de innovación está atrapado en una lógica de «oferta de producto» que no consigue estimular un proceso urgente de transformación de los sistemas agroalimentarios iterando innovaciones en cada uno de los agentes del sistema y las cadenas de valor. Sería conveniente que se pasara de una narrativa de oferta tecnológica (productos y servicios) a una de objetivo o misión: regenerar, para establecer a continuación los hitos concretos en términos de regeneración de suelos y calidad de la producción agrícola y pecuaria por región que ordenaran el sistema de innovación.

Por ejemplo: las biotecnologías (los bioinsumos y bioproductos) desarrollados a partir de la microbioma del suelo son un campo de de investigación fascinante y que se ha acelerado en los últimos años. Si los incentivos van orientados a obtener productos y patentar su formulación, la cuestión que queda después es cómo lograr que se usen estos productos (…); en cambio, si el incentivo está en lograr que con bioinsumos se mejore la productividad de los sistemas de producción en una región determinada y para ellos se estimula no solo la investigación básica, la aplicada y la participativa; sino la co innovación con todos los agentes involucrados en la cadena de valor concreta en una región específica, seguramente el impacto será más evidente y virtuoso, incluso buscando formas de gestión de la tecnología que involucren a las organizaciones campesinas en esquemas de participación más democraticos que los actuales.

Desinformación y tecnología

La desinformación y la tecnología están estrechamente relacionadas. El desarrollo de las nuevas tecnologías ha facilitado la expansión de noticias falsas o fake news, porque constituyen un medio extremadamente poderoso para difundir información errónea. Sin embargo, al mismo tiempo y de forma paradógica, se destaca que la tecnología también es esencial para combatir la desinformación. La formación en campos como la comunicación, el periodismo, las relaciones públicas y la tecnología de la información, junto con la verificación ética digital y el análisis de datos, son fundamentales para afrontar estos desafíos.

La tecnología puede ser utilizada para propagar la desinformación de diversas maneras, como se detalla a continuación:

  1. Difusión de contenido falso: La tecnología, incluida la inteligencia artificial, permite la creación y difusión de contenido falso de manera eficaz, lo que dificulta discernir la realidad de la ficción.
  2. Viralización rápida: Las redes sociales y otras plataformas tecnológicas permiten la viralización rápida de información, lo que facilita la propagación de noticias falsas o no contrastadas.
  3. Repetición de narrativas de desinformación: La desinformación se suele presentar en forma de afirmaciones u opiniones sobre un tema concreto, y la tecnología facilita la repetición de estas narrativas a lo largo del tiempo.

Para combatir la desinformación, se pueden implementar diversas estrategias, entre las que se incluyen:

  1. Verificación de hechos (fact-checking): La verificación de la información a través de fuentes variadas y comprobables es una estrategia efectiva para garantizar un entorno digital con datos verídicos.
  2. Regulación de redes sociales: Regular las redes sociales y exigir a las plataformas que cumplan con compromisos en la lucha contra la desinformación.
  3. Promover la alfabetización mediática y tecnológica: Desarrollar habilidades tecnológicas y fomentar la alfabetización digital para que las personas puedan discernir entre información veraz y desinformación.
  4. Diversificar el aprendizaje: Fomentar el desarrollo de habilidades tecnológicas y la capacidad de filtrar fuentes de información.
  5. Promover debates ciudadanos: Fomentar el diálogo y el debate entre los ciudadanos para contrarrestar la desinformación.

Sin embargo, un aspecto más profundo queda oculto en esa relación entre desinformación y tecnología y tiene que ver con el sesgo que genera el sistema de innovación en la orientación y gestión de la tecnología. En otras palabras, cuando se analiza la desinformación hay abundantes estudios de cómo es un posible efecto indeseado de la tecnología, pero queda oculto o al menos en una zona gris y poco informada, las decisiones e incentivos que se toman y que tienen efectos en el diseño y devenir de las tecnologías. Este es un aspecto central en la democratización de la tecnología.

Debería causar extrañeza que se piense solo en los efectos que la desinformación puede tener en la democracia y no se cuestione el efecto que la poca democracia tecnológica y la pobre participación ciudadana en las decisiones sobre la orientación que deben tener las tecnologías tiene sobre el progreso social. Por ejemplo, la regulación de las redes sociales y las medidas que estas empresas implantan en el marco de su código de buenas prácticas han tenido efectos positivos pero tímidos; sin embargo, la concentración de poder de este conglomerado de empresas y la integración de sus modelos de negocio restringen el alcance de las potenciales medidas que se deberían tomar para profundizar en la democracia.

Adenda: Esta entrada la escribí con la ayuda de IA generativa usando perplexity para examinar cómo relaciona temas buscando distintas fuentes.

Acta est fabula

La evidencia está mostrando cómo el encadenamiento de crisis está llevando a una situación peligrosa en donde las soluciones deben estar ancladas en el mejor conocimiento disponible que tengamos y en un nuevo marco teórico que desplace la acción política de la ficción de un crecimiento sin límites hacia otro paradigma que entienda las dinámicas ecológicas y la consecuente subordinación. Las viejas recetas solo nos permitiran seguir (mal)viviendo en la fábula de que estamos adaptándonos a la crisis climática y que pronto llegará la solución de la mano de un dios/mago que no existe en forma de una idea caricaturezca de tecnología.

La vulnerabilidad del sistema-mundo es evidente y la transición de los sistemas agroalimentarios debe ser prioridad política; salir lo más rápido posible del modelo agroindustrial de monocultivo intensivo es imprescindible y para esto se necesita de una agricultura más diversa en lo cultural y en lo biológico, y ambas cuestiones conllevan la repoblación del medio rural y sus modos de vida.

Sin embargo, este no es un llamado a retornar a formas de vida agrícolas de sociedades que ya no existen. Esto es un llamado a profundizar en la comprensión de la vida campesina sin caer en simplificaciones, caricaturas y condescendencias. La agricultura debe recurperar su conexión con la tierra, debe ser más telúrica y esto solo se consigue con más y mejor ciencia y tecnología. La biodiversidad tiene un gran potencial para la agricultura y se debe transitar de un modelo oligopólico y estrictamente mercantil en la producción de semillas a la estructuración de sistemas mundiales – regionales – nacionales y locales de semillas en donde la conexión con los bancos de germoplasta, la investigación pública y privada, el control sanitario, las comunidades campesinas y el agronegocio sea evidente y fluido.

Ese sistema debe ser complejo y atender la complejidad territorial de las sociedades modernas. La coexistencia de un modelo comercial y de agronegocio con un modelo de autogestión e intercambio basado en los «procomunes». Sin embargo, nada de esto es posible sin afectar algunos intereses poderosos y muy anclados en los espacios de decisión política a distintas escalas.

El encuadre narrativo desde el que se aborda la transformación de los sistemas agroalimentarios y la transición de la agricultura con una orientación de adaptación – mitigación, pasa de puntillas a la hora de discutir cuál debe ser el encaje normativo para que estos dos esquemas co-existan y enriquezcan a la sociedad en su conjunto. El marco de la discusión se centra en el desarrollo de «artefactos» y en las «prácticas de cultivo» que permitan hacer una agricultura de conservación o al menos, más sostenible, y en la orientación de la investigación al impacto generando toda una retórica de la gestión exitosa en la transferencia de tecnología. Este marco discursivo poco espacio deja a lo evidente: la identificación de las reglas de juego vigentes que no han permitido la agrobiodiversidad y si han permitido el oligopolio y la concentración de los productos presentes en la dieta de la mayoria de los habitantes del planeta y el enorme desperdicio alimentario en convivencia con la desnutrición de enormes poblaciones.

Esas reglas de juego tienen una expresión en la política de ciencia y tecnología sobre la que peligrosamente en los últimos años, se ha venido simplificando el discurso para favorecer el monocultivo de una idea de ciencia subordinada a la competitividad y la acción del mercado. La agrobiodiversidad será una quimera si no se enriquece antes ese marco discursivo para elaborar mejores fórmulas normativas que permitan la coexistencia de modelos en sintonía con la importancia que tiene para la supervivencia de la especie la biodiversidad.

¿Dónde soy?

Soy porque vivo y dejo vivir. Hacer la vida más vivible parece un proyecto sensato. Y esto solo se consigue si el ensamble entre las partes se hace con delicadeza y cariño. El cuidado que brinda la proximidad a veces física, a veces emocional.

Estas proximidades son las que nos permiten crear comunidades, compartir visiones de futuro, preocupaciones, entrelazar acciones. Esto es pieza clave de la adaptación al cambio climático.

La transformación de los sistemas agroalimentarios pasa por aproximar la agricultura a la mesa. Una proximidad que no necesariamente es logística, aunque también. La dimensión cultural de lo agrícola es básica. Sin una comprensión más cuidadosa de esta dismensión, las consecuencias nefastas en el medio rural se hacen evidentes. Despoblación, erosión del patrimonio cultural, abandono. Cuando el medio rural se vacía y va perdiendo significado las consecuencias para las sociedades y el reflejo en las macro ciudades no se hace esperar.

Cualquier política agraria mínimanente comprensiva debe tener esta consideración. La agricultura siempre ha ido más alla de la producción de comida y bienes primarios. La «industrialización» de la producción de comida no es agricultura, ni resuelve los problemas del medio rural.

La tecnología es fundamental en esta visión de lo que debería ser una política agraria. Sin embargo, se constata con pena y mucha frecuencia que la visión sobre los sistemas técnicos es simplista. En la era del atropoceno se necesita repensar lo que entendemos por el «entorno» y no abordar de manera pueril la noción de tecnología como artefacto, ni traslapar lo que supone una innovación exitosa en el juego de inversores del mercado de capitales a las posibilidades que se pueden abrir si se innova rescatando modos de vida y tejiendo un equilibro en el territorio mucho más virtuoso para la vida en sociedad entre ese continuo que conforman el medio rural y el urbano.

Agricultura de conservación

Expresiones como agricultura climáticamente inteligente, agroecología, agricultura de conservación, agricultura ancestral, agricultura familiar, agricultura verde, (…) hacen parte de contextos discursivos diferentes y se usan para proponer una respuesta a la forma actual de producción dominante ante la evidencia de que es insostenible.

En las siguientes líneas voy a echar un vistazo muy rápido a la denominada agricultura de conservación. El modelo dominante de producción agrícola emite carbono a la atmósfera y contribuye en un porcentaje relevante a los gases efecto invernadero (GEI) en el total de todas las actividades productivas. Sin embargo, la fotosíntesis, que está en la base de la agricultura, es por definición un proceso que fija CO2 para generar biomasa. ¿Qué pasa, entonces?

La agricultura hace parte de un modelo productivo determinado por un encadenamiento complejo de diferentes agentes que hacen posible cumplir con el objetivo: alcanzar una producción económicamente viable y técnicamente posible. Sin embargo, ese modelo es insuficiente, ha mostrado su fragilidad y tiene impactos negativos en lo ambiental.

Una agricultura que cumpla con la función social de abastecimiento de alimento y materias primas y, al mismo tiempo, genere beneficios medioambientales sería la que denominan algunos agricultura de conservación.

En la mitigación del cambio climático desde la agricultura se ha puesto énfasis en la mejora de las prácticas culturales para el secuestro de carbón en la gestión del suelo. Sin embargo, no se ha hecho suficiente énfasis en la manera de reducir las emisiones de GEI dentro de esas mismas prácticas. Algunos autores señalan que las tecnologías basadas en la precisión a la que se puede llegar con la inteligencia artificial, la robotización y la conectividad, la electrificación con fuentes renovables y las biotecnologías: particularmente el mejoramiento de cultivos basado en las técnicas de edición genética CRISPR y los bioinsumos, tienen un potencial para la reducción de más del 70 % de los GEI.

Sin embargo, otros autores menos optimistas señalan de que si bien se tiene esa posibilidad no es creíble que se consiga llegar a esos porcentajes en los siguientes 15 años para cumplir con los objetivos de mitigación del cambio climático. Y esto abre un debate interesante porque el tiempo se nos ha echado encima. La crisis climática sumada a la crisis de abastecimiento de alimentos que la situación política planetaria está generando nos está poniendo en un escenario de extrema gravedad.

La historia de la agricultura nos ha enseñado que esta siempre ha consumido recursos de las generaciones futuras y por tanto el cambio de «modelo» no es una cuestión trivial. Tener como objetivo una agricultura de la conservación es una utopía necesaria pero requiere de una más decidida I+D+i en las múltiples dimensiones que se requieren abordar para lograr una transformación del modelo de producción y de los sistemas agroalimentarios. Por tanto, ambas cuestiones no se pueden abordar separadamente. Y tal vez uno de los puntos de intersección más interesantes entre la agricultura de conservación y los sistemas agroalimentarios lo ofrece la transferencia y la apropiación social de las tecnologías (y más exactamente los sistemas técnicos) que se requieren para lograrlo.

El alto riesgo de desabastecimiento e inseguridad alimentaria no debe equivocar las acciones que se tomen. Como ciudadanía debemos exigir a los responsables que pongan los incentivos en las respuestas que nos permitan salir de esta situación y al mismo tiempo desactivar la crisis climática. Los atajos para resolver el problema de desabastecimiento y la carestía de los fertilizantes puede conducir a un bucle de crisis sistémicas mucho más peligroso. En cambio, esta situación de urgencia puede acelerar las transformaciones que el sistema agroalimentario mundial necesita y para esas transformaciones la investigación científica y la innovación social y de base tecnológica son fundamentales. Mira en dónde se están poniendo los recursos públicos …

Elecciones

Han sido las elecciones al Congreso en Colombia. También, se celebraban las consultas internas de diferentes partidos o coaliciones para escoger su candidato a la presidencia de la república. En estos tiempos que corren es legítimo sentir miedo. Mucha gente lo manifiesta en sus opiniones y en la lógica azarosa que siguen sus actos.

El miedo es legítimo pero no es un buen aliado para decidir el voto. El miedo no deja escuchar los argumentos del contrario y los que azuzan a la fanaticada encuentran ahí el estado ideal para manipular y sacar ventaja de sus intereses; intereses que suelen ser pequeñitos y destinados a engordar sus propios patrimonios.

Hay que sosegar los ánimos, aparcar las emociones, buscar que los candidatos representen un crisol del ideas amplio y diverso como lo es el país. La cuestión no debería ser dicotómica. El mundo está en una encrucijada que está desencadenando crisis que pueden volverse sistémicas y de ahí nadie saldrá bien librado.

La democracia liberal es un buen invento y está siendo amenazado en muchas partes por el tribalismo, el nacionalismo y las tentaciones autoritarias. Les invito a que no busquen a las personas que resuelvan la encrucijada como quien busca un redentor para encontrar alivio y sosiego. Eso puede ser tranquilizador pero es muy peligroso. La política va de otra cosa y es bueno recordarlo. La política va de ser capaces de organizarnos para gestionar la esfera de lo público en las sociedades. Se necesita a alguien que dirija una partitura colorida y amplia que represente a la mayoría y cuide con mimo los espacios de las minorías. Ese es el juego.

Permitamos que se abra un espacio de escucha.

La naturaleza

Soluciones más naturales a problemas actuales

Transcribo a continuación una entrevista que me hizo Más Colombia hace unos días.

¿Cómo surgió la técnica de edición genética y en qué consiste?

La edición genética surgió con el descubrimiento de las “repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas” (CRISPR, por sus siglas en inglés) que hizo el microbiólogo español Francis Mojica a principios de los 90.

Mojica, como dije, hacia la década de 1990, encontró que ciertas bacterias y arqueas —organismos unicelulares carentes de núcleo— tenían en sus sistemas inmunitarios unas secuencias de genoma repetidas, exactamente iguales, y entre cada secuencia repetida había ciertos espaciadores. A estas decidió llamarlas CRISPR. En principio, el descubrimiento atrajo muy poco interés dentro de la comunidad científica. Sin embargo, adquirió gran importancia cuando, tras casi diez años de investigación, el microbiólogo mostró que estas secuencias eran un mecanismo de defensa de las bacterias y las arqueas contra los virus.

A partir de esto, varios investigadores volcaron su mirada hacia las CRISPR. Los desarrollos tecnológicos fueron innumerables. Pero el más llamativo, tal vez, fue la técnica de edición genética a partir del sistema CRISPR/Cas9, que fue planteada en 2012 por Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna. Las investigadores descubrieron que al unir las CRISPR con la proteína Cas9 se creaba un sistema que funciona más o menos como unas tijeras de ADN: corta los pedazos del genoma que le indiquemos. El trabajo fue tan importante que en 2020 ambas investigadoras fueron acreedoras del Premio Nobel de Química.

Ya hablamos del sistema CRISPR, pero ¿qué es lo que hace la proteína Cas9?

Existen muchas proteínas Cas1, Cas2, Cas3, etc. Con la proteína Cas9 hay una ventaja y es que, a diferencia de otras, permite que programemos fácilmente qué parte del genoma cortar y editar. En este sentido, la Cas9 funciona como un vehículo, controlado con un GPS, que va hasta el sitio del genoma del ser vivo que se quiera cortar o editar.

¿Qué aplicaciones ha tenido desde entonces el sistema CRISPR/Cas9?

El sistema CRISPR/Cas9 abre unas aplicaciones interesantes en medicina, agricultura, entre otras. Hasta ahora se ha utilizado la edición genética y para el mejoramiento de plantas y cultivos, como una alternativa a los organismos genéticamente modificados —conocido como trasngénicos—. No obstante, sus aplicaciones se extienden hacia la biología sintética y la bioinformática, ramas que ahora han crecido significativamente.  De hecho, a raíz de todos los desarrollos que se están dando al interior de estas, muchos hablan de que estamos, si no adentro, ad portas de una revolución científica.

Con el sistema CRISPR/Cas9, por ejemplo, podemos guardar información en soportes biológicos, y no en soportes informáticos. Hay experimentos interesantísimos al respecto con los códigos genéticos. Yo puedo, por ejemplo, intervenir el código genético de una bacteria y guardar ahí información, una imagen por ejemplo, tal como lo hago en una computadora.

¿Qué cambia? El soporte, porque el código no estaría en un soporte informático, la computadora, sino en uno biológico, la célula. En este sentido, la célula podría funcionar como una USB, podría contener información que nosotros incorporamos en su genoma. Cuando yo quiera replicar su información, simplemente le añado agua y azúcar y hago que se reproduzca. Y si analizo lo que hay en el genoma de esta nueva célula encontraré la imagen que condifiqué en la anterior.

Esto nos podría llevar a pensar que podríamos tener un bosque, que no solo cumple con sus funciones ecológicas, sino que también archiva y guarda información. Todo a partir de la edición, del corte y de la modificación genética.

Un bosque entonces podría reemplazar esos servidores, que ahora llamamos ‘la nube’ y que consumen muchísima energía. Tendríamos organismos biológicos que consumen la energía del sol y que realizan todas sus funciones ecológicas, pero con un plus. Aquí estoy especulando. Habría que pulir y desarrollar la tecnología, pero la base digamos que ya está, pues ya hay uno que otro experimento en esta dirección.

Regresemos al mejoramiento de plantas y cultivos. ¿Cuál es la diferencia entre la edición genética y los transgénicos?

Existen muchas respuestas al respecto y los debates aún no están cerrados. Lo que diría es que los organismos genéticamente modificados o transgénicos se crean a partir de la introducción de un gen externo al individuo que se quiere mejorar. Tienes una manzana y le agregas el gen de una pera, por ejemplo. La edición genética no funciona así, porque no estás introduciendo ningún gen de otro organismo, sino modificando el propio genoma o acelerando ciertos rasgos que son óptimos. Por esto algunas regulaciones no consideran que las plantas mejoradas con edición genética deben ser considerados como transgénicos y por tanto su escalamiento para uso comercial es más sencillo.

¿Qué riesgos o problemas aparecen en las aplicaciones de la CRISPR/Cas9?

La tecnología es sin duda interesante, pero el terreno es movedizo aún y se encuentra en permanente investigación. El problema principal, a nivel científico, es la reparación. Si nosotros cortamos el genoma, con esta técnica que funciona como unas tijeras, la célula entra en un proceso de reparación. Ese proceso de reparación no es exactamente como quisiéramos. Tal vez, los mismos mecanismos de costura de una célula pueden cambiar una base química del ADN por otra, una Adenina (A) por una Guanina (G), y el resultado cambia.

Uno de los últimos avances en esto es no usar la proteína Cas9, sino otras proteínas que no se comportan como tijeras que cortan, sino que pueden modificar la letra del genoma. Pueden tapar una A y poner en su lugar una G. Si los experimentos con esto funcionan, no tendríamos el problema del proceso de reparación celular que viene después.

En cuanto a los procesos de mejoramiento en plantas, ¿en qué van las investigaciones? ¿En Colombia también se investiga?

En plantas las investigaciones son muchas a nivel mundial. China, por ejemplo, hace un mes sacó un marco regulatorio para la edición genética de plantas y alimentos. Así que ya no solo se trata de investigación, sino de aplicaciones. Se ha probado esta tecnología en la creación de tomate tolerante al calor, arroz de alto rendimiento, arroz alto en fibra, maíz de alto rendimiento, trigo de alto rendimiento, trigo resistente a hongos, maíz resistente a herbicidas, entre otros.

En Colombia también se han hecho cosas. En la Universidad Nacional de Colombia, en la Eafit y en Agrosavia se han realizado algunas investigaciones sobre edición genética en caña de azúcar y en papa, pero son muy pequeñas. Para avanzar en estos ejercicios, requerimos de un sistema de investigación integral, mucho más maduro, que nos permita conectarnos con centros de investigación de otros países. Y también necesitamos imprimirle mayor dinamismo a nuestra investigación y sobre todo orientarla hacia algo en específico, es decir, especializarnos.

¿En qué podría especializarse la investigación científica colombiana?

Podemos empezar por conocer eso que llamamos ‘biodiversidad’. Aquí hablamos mucho de que Colombia es un país biodiverso y de que hay que cuidar la biodiversidad, pero si miramos no conocemos mucho qué es esto. A nivel genético, la biodiversidad —de plantas, de animales, de microorganismos— puede ser vista como una gran biblioteca de información que aún no ha sido leída ni estudiada. La red de colecciones biológicas que tiene el país es bastante marginal. Nosotros deberíamos estar en permanente expedición botánica-microbiológica-animal.

¿Qué tanto se ha empezado a invertir en el desarrollo de esta tecnología?

Dadas las amplias posibilidades de la CRISPR/Cas9, desde hace unos años las inversiones en investigación han crecido exponencialmente. Jennifer A. Doudna, la científica que creó esta técnica y que fue Premio Nobel de Química en 2020, en 2017 fundó una startup o empresa emergente de tecnología. Su objetivo es investigar sobre las aplicaciones de esta técnica en la cura contra el cáncer, por ejemplo. Y ese no es un caso aislado, es un camino cada vez más frecuente que siguen los grupos de investigación en los sistemas de innovación tecnológica.

En 2017, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) —una agencia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos— abrió un período de discusión para reglamentar la aplicación de esta técnica en el mejoramiento de plantas. A partir de esto han surgido preguntas interesantes: ¿los productos que surgen a partir de edición genética son equiparables a los transgénicos (organismos genéticamente modificados)? ¿La edición genética podría ser, más bien, un proceso de mejoramiento convencional en los que se busca acelerar esos rasgos potenciales que tiene el propio individuo? ¿Qué regulación debe aplicar: la de transgénicos o la de mejoramiento convencional?

Además de estas discusiones, que son muy valiosas, en Estados Unidos se ha favorecido la investigación de esta técnica y de sus aplicaciones. Hay muchas empresas, universidades y centros de investigación que están investigando y están patentando un montón de tecnologías relativas a esta técnica. Incluso hay toda una batalla financiera al respecto. El instituto BROAD del MIT y la Universidad de California en Berkeley han litigado por más de diez años por ver quién patentó primero la tecnología CRISPR como herramienta de edición genética.

En China también hay grandes inversiones al respecto. El gobierno Chino ha gastado cerca de 10.000 millones de dólares en financiar proyectos de investigación agrícola durante la última década y ha publicado más artículos de investigación sobre CRISPR que cualquier otro país. Adicionalmente, como mencioné antes, ya dejó en pie el marco regulatorio para comercializar cultivos y alimentos editados genéticamente.

Volvamos sobre las inversiones económicas. En Colombia es muy difícil crear empresas dedicadas al desarrollo tecnológico y tampoco es común que las investigaciones se trasladen al sector productivo. En este panorama, ¿cómo este tipo de procesos tecnológicos podrían tener cabida en Colombia?

Cuando analizamos la percepción social de la ciencia y la tecnología, encontramos algunas respuestas a tu pregunta. No se conoce todavía qué piensa nuestra sociedad sobre todo esto. La palabra ‘ciencia’ y ‘científico’ tienen atributos positivos, nadie los asocia con aspectos negativos. Pero empezamos a patinar cuando hablamos de ‘biotecnología’ y, mucho más, si juntamos esta palabra con expresiones como ‘cultivos nativos’.

Entonces uno de los desafíos más grandes que tiene un país como el nuestro es fortalecer y mejorar la cultura científica y tecnológica de la sociedad. Esto no quiere decir que convirtamos a todos los ciudadanos en científicos, sino que todos entiendan más o menos de qué estamos hablando cuando hablamos de ciencia. Seguramente, cualquier persona podría explicarnos cómo funciona el fútbol, pero casi nadie sabe ni entiende el mecanismo que permite que un mensaje se transmita de un teléfono a otro. Esto es muy preocupante, porque estamos hablando de tecnologías con las que nos relacionamos a diario. Igual pasa con la agricultura y los alimentos.    

¿Para qué una cultura científica y tecnológica? Para que podamos tener deliberaciones públicas interesantes. El desarrollo de la ciencia y la tecnología se hace con la sociedad y no solo para la sociedad. Y para que estas deliberaciones no solo se queden en palabras, sino que favorezcan la inversión pública y la inversión privada en ciencia y tecnología, si la gente piensa que es importante para su calidad de vida el político ve que asignando recursos a esto la ciudadanía se lo reconocerá. Esto hoy no sucede. Mucha gente prefiere votar por el político que remodeló el parque principal y no por el que invirtió en un nuevo laboratorio.  Pero, además, que nos dotemos de unas normas que ayuden a gestionar el riesgo. Esto último es importantísimo cuando hablamos de desarrollo de tecnologías en Colombia. ¿Por qué? Porque los resultados de la investigación no siempre son los esperados, el fracaso hace parte del proceso. A veces las cosas resultan y a veces no. Ocurre que cuando no, entonces culpan a los centros de investigación y a los mismos científicos de robarse la plata y de ser unos corruptos. Se debe entender socialmente que el riesgo es inherente a la innovación tecnológica y el fracaso puntual hace parte del éxito del proceso.